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ALAS ROTAS...

UN LARGO CAMINO HACIA LA LIBERTAD

Fotografías: Ignacio Galán

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El tráfico clandestino, la tenencia ilegal y la caza no sostenible causan pérdidas irreparables a los ecosistemas colombianos.

¿Qué ocurre con la avifauna que logra salvarse? ¿A dónde va? ¿Cómo sana sus heridas?

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Nos internamos en un refugio para la rehabilitación de aves rapaces maltratadas o enfermas, donde a través de técnicas de cetrería 

—desde hace dos décadas— 

las recuperan.

Algunas pueden volver a los bosques, otras se pierden para los ecosistemas.

Cetrería:

 

Arte antigua de entrenar aves para caza o vuelo. En este caso sus técnicas se utilizan para rehabilitar aves rapaces heridas o enfermas.

Es Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Olga Cecilia Guerrero / Red Prensa Verde 

Ignacio Galán / Shots de Ciencia

Una hembra de halcón pechinaranja (Falco deiroleicus) apareció herida de gravedad en una calle de Rionegro, Antioquia. Mientras cazaba se estrelló contra una estructura y quedó tendida en el suelo. La diagnosticaron con trauma craneoencefálico y fractura de escápula, el canal óseo por donde pasa el músculo pectoral. Una veterinaria de la Corporación de las Cuencas de los Ríos negro y Nare (Cornare) la operó de emergencia. Se trató de una cirugía compleja, pero dejó buenos resultados: el halcón pudo volver a volar. Sin embargo, el trauma craneoencefálico le produjo ceguera en el ojo izquierdo.

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Felix es un macho de águila penachuda (Spizaetus ornatus) galana, elegante o coronada. Estaba siendo traficada a Ecuador cuando agentes de la Policía Nacional la hallaron en un escondite dentro del baúl de un carro, durante un retén en El Patía, Cauca. Iba a ser sacrificada para preparar una ‘medicina natural’ contra el cáncer. En ese momento era  juvenil.

Morita es un águila de páramo (Geranoaetus melanoleucus) que habita en toda Suramérica. Fue decomisada a un narcotraficante en Norte de Santander, cuando estaba en su etapa juvenil, hace unos doce años. Se le conoce también como águila paramuna, mora, pechinegro o escudada. Se destaca por su coloración gris, blanca y negra.

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El halcón y las dos águilas son tres de las 28 huéspedes del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces San Isidro (Crarsi), que tiene como sede una casona colonial de 250 años, ubicada en el sector de Cerritos, Pereira (Risaralda). 


Entre samanes, frutales, guayacanes y palmas se convierte en un lugar único en su género en Colombia, por su especialización en este tipo de fauna.

Hasta allí son enviadas, desde diferentes regiones del país, especímenes afectados por accidentes, tráfico de fauna, tenencia ilegal o cacería. Es por esto que los huéspedes del Centro tienen una característica común: un historial de sufrimiento y maltrato.

Video: Ignacio Galán

Las aves arriban con fracturas, lesiones en alas, proyectiles incrustados, traumas oculares, pododermatitis o clavos en sus patas, malestares respiratorios, infecciones, deshidratación y otras afecciones. Algunos ejemplares han sido transportados por la Fuerza Aérea, vuelos comerciales o en carro, y protegidos en guacales caninos, en canastas de esterilla, cajas de madera o de cartón.  


Otras aves no han alcanzado a recibir los primeros auxilios debido a la gravedad de las heridas, a la demora en los trámites para el transporte, al desinterés o la falta de recursos de algunas Corporaciones Autónomas.

Este refugio para las aves está certificado como Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVR) ante la autoridad ambiental y actualmente hospeda a pacientes, residentes y aves para control de fauna.


Las primeras, como en un hospital de humanos, son atendidas según su diagnóstico y cada una tiene un tiempo distinto para su tratamiento y recuperación. 


Además de los cuidados básicos, pueden requerir medicamentos, generalmente costosos como el Voriconazol que puede superar los dos millones de pesos o vitaminas como el VitaHawk, Provital, Carnivore y complementos nutricionales que debe ser importados. 

Cada especie tiene una alimentación específica, basada en su dieta silvestre. Esta debe ser fresca, pesada por porción, según el tamaño y requerimientos del ave. En los refrigeradores de Crarsi se encuentra codorniz, conejo, pollo o roedor. 


Las aves que logran superar sus problemas de salud, reciben un entrenamiento especial en vuelo y caza, para su posterior liberación en un área cercana de dónde fueron extraídas. 
En las dos últimas décadas han sido rehabilitadas y liberadas más de 700, en diferentes bosques de Colombia. Algunas de estas se les ha hecho seguimiento con telemetría y otras tecnologías adaptadas a los cuerpos de las aves. 

Aves Perdidas
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AVES PERDIDAS

El segundo grupo es el de las aves residentes y dentro de estas se encuentran las que pueden volar y las que no. Estas últimas han sido víctimas de maltrato humano, ya sea ataque con disparos o que adquirieron enfermedades osteomusculares que nos les permiten llevar una vida normal, declara Ana María Morales, bióloga de fauna silvestre e investigadora de Crarsi.


Explica las que pueden volar han sido víctimas de la tenencia ilegal de fauna y están improntadas en los humanos, porque han sido sacadas desde muy chiquitas del nido: “Para las aves, quien los alimenta y protege es su propia especie y eso les causa un daño de por vida”. 

Son aves que no van a ser liberadas por sus problemas permanentes de salud y se quedan allí como insignias de su especie haciendo parte del programa de educación ambiental.

Justamente algunas de las que ya no tienen posibilidad de retornar a su área natural y están perdidas para los ecosistemas son las tres aves que se mencionaron al inicio de este reportaje, el halcón y las dos águilas:


El halcón Pechinaranja accidentado en Rionegro no ha terminado su entrenamiento, probablemente no pueda ser liberado, no se ha tomado la decisión si se queda como residente. Su lesión ocular le impide ver por el ojo izquierdo.  

Este pájaro es considerado como uno de los más raros del mundo, de población escasa y poco estudiado en Colombia. 


“Antes se creía que era selvático, de la Amazonía y de alguna parte del Chocó, pero resulta que estos pájaros se han vuelto urbanos, tal vez persiguiendo a las palomas torcazas (Zenaida auriculata) que crecen altamente en la urbe”, explica Alex Ospina, director de la Fundación Águilas de los Andes. 

“Hemos encontrado esta especie en Bogotá, Tunja, Medellín, Cali y Pereira o sea ya no son halcones exclusivamente de selva. Por este boom del avistamiento de aves se han tomado fotos en estos lugares y eso es sorprendente porque están desde tierras bajas hasta Bogotá”.


El águila penachuda tampoco cumplirá su función como depredadora en un ecosistema de bosque por su impronta. Lo mismo ocurre con Morita, el águila de páramo, no se puede liberar porque, aunque vuela y caza, tiene una dependencia humana bastante marcada.

“Es una ave perdida para los ecosistemas. Si se dejara libre buscaría a la gente inmediatamente y volvería a estar en peligro. Al llegar a su madurez se ha tornado agresiva porque busca aparearse con quienes considera su familia, los humanos”, enfatiza la bióloga Morales.

Debido a los daños que sufrieron estas aves, ahora cumplen una tarea distinta a su naturaleza, la lucha contra del tráfico de fauna y la tenencia de aves como mascotas. Entre tanto, pacientes como cernícala, águila arpía, halcón peregrino o las águilas reales de montaña y muchas más, siguen sanando sus heridas en medio de cantos y vocalizaciones.

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GRAZNIDOS
DE AYUDA

Graznidos

Con todo el trabajo que tiene la organización para la atención diaria a las rapaces, también lucha a diario para su sobrevivencia. 


No es fácil mantener a tantas aves las 24 horas durante los 7 días a la semana. Alex Ospina, su fundador, afirma que además de ser una pasión, este ejercicio de conservación genera costos que van desde el pago del arriendo, la alimentación los medicamentos, el personal, hasta la adecuación de las cámaras donde se alojan las aves, que deben ser de una madera especial para que no se lastimen.

Para suplir sus gastos, Crarsi gestiona recursos, acude a la venta de camisetas, tiene un programa de apadrinamiento de pacientes, hace crowdfunding para reparar las instalaciones y busca el apoyo de entidades gubernamentales y privadas que quieran unirse a la labor de restaurar a las víctimas del tráfico ilegal.


Su trabajo es una forma de vida para que las aves que llegan con las alas rotas, con ayuda de los especialistas, puedan emprender el largo camino a la libertad.

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PLUMAJE
NUEVO

Plumaje Nuevo

Uno los procesos especializados que desarrollan en Crarsi para la recuperación de la avifauna consiste en restablecer el plumaje de las aves. 


Alex Ospina, director de la Fundación Águilas de los Andes (FADA) es quien realiza el injerto de plumas dañadas para dejarlas en condiciones óptimas. 


Las plumas rotas son reparadas con otras de este u otros animales, técnica que aprendió hace muchos años y que ha sido efectiva para que los animales no pierdan su capacidad de vuelo.

A la luz del día, con la ayuda de dos asistentes, por más de dos horas realiza la intervención no invasiva, no causa dolor al animal. Comienza con la selección de las plumas en un banco que tiene el Centro, recopiladas de diferentes especies, colores y tamaños. Cada ave tiene alrededor de 50 y 52 y durante el proceso van siendo reparadas según el orden que cada una ocupa en el plumaje. 


Acompañamos a Crarsi en el procedimiento de injerto de plumas a Morgan, un águila real de Montaña, especie emblemática para esta organización.

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